Durante todo el día se escuchó rugir el mar desde
cualquier sitio, incluso desde demasiado lejos para ser cierto. Rugía con una
fuerza extraña, inesperada, presagio inquietante propio de la noche que se
avecinaba irremediablemente: Halloween.
Y luego, de repente, cuando empezaban a encenderse las luces de las calles,
se hizo el silencio y se cubrió todo de una bruma espesa, en la que parecía
adivinarse una silueta fantasmagórica procedente de otros tiempos…
Y así empezó la ¡SEMANA DEL TERROR!